Al amanecer, enredaba la fe entre las sábanas, se vestía de sonrisas y frente al espejo se invocaba a sí misma.
En las tardes de verano, bajaba al parque con su libro y sus pipas,
y le daba por pensar que a lo mejor la soledad no era tan mala a través de Cortazar,
que a lo mejor la vida puede llegar a ser así de sencilla.
Pero cada noche, de nuevo, le susurraba al silencio.
1 comentario:
me ha gustado :) Pero me ha dejado un pelín triste.
bss
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