“Entre el cielo y el suelo no hay nada oculto”
Cuando pequeña, solía espiar a mi abuela y a sus amigas tras la cortina colgada a modo de puerta, solían decir cosas interesantes, aunque yo, a menudo, no las entendía.
“Cuando una madre grita en el parto, a la nueva criatura se le pierde una parte de sí misma en el proceso o se tuerce, dependiendo del grado de torsión de la madre, así habían conocido a niños sin voluntad propia, otros sin lágrimas en los ojos e incluso otros con el corazón en los pies.
En ese momento no lo entendí.
Años más tarde la conocí a Ella.
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